El sistema operativo de Google para móviles está cerca de recibir una nueva versión, Android 14. A lo largo de estos años ha ido evolucionando, añadiendo funciones interesantes, pero lo que nunca cambiará, al menos para mí, es la configuración inicial que hago cuando estreno móvil.
Quizá, para la gran mayoría, lo primero es instalar las aplicaciones más usadas como WhatsApp, las redes sociales, mapas y otras utilidades. Pero en mi caso, lo primero es configurar el móvil para tenerlo todo bajo control.
Estos son mis ajustes "obligatorios"
Lo confieso, lo más razonable es instalar aplicaciones como hace todo el mundo y dejarse llevar, aunque también esta inmensa mayoría de usuarios no personalizan el móvil. Esto, al final, lo que nos trae son dolores de cabeza cuando necesitamos agilidad, y quizá sea una de las razones por las que lo hago.
Para comenzar, lo primero y una de las cosas más importantes es personalizar los ajustes rápidos. Sí, esos que aparecen arriba de las notificaciones, los que nos permiten activar rápidamente el WiFi, Bluetooth, la rotación automática, entre otros muchos.
Es algo que hago en un minuto, y para ello bajo la cortina de notificaciones y pulso en el icono del lápiz, así los edito y ordeno con criterio. Normalmente, sitúo primero las conexiones más recurrentes y luego borro algunos botones que a mí no me sirven (compartir Internet, grabar pantalla, etcétera).
Lo siguiente es configurar el sistema al máximo: voy a Ajustes y categoría por categoría voy personalizándolo al milímetro. Puede parecer que me llevo horas rebuscando entre los ajustes, pero no es cierto, he aprendido y aplico sistemáticamente algunas configuraciones.
Por ejemplo, desactivo la búsqueda de redes WiFi, así como la conexión automática a redes públicas. Todos esos ajustes predeterminados que terminan molestando o incluso gastando batería, los desecho directamente. Otro ejemplo más está en los ajustes de sonido, donde elimino la vibración al tocar, el tono del teclado numérico y el sonido de bloqueo de pantalla.
El historial de notificaciones es otro elemento que me resulta útil, suele venir desactivado así que procedo a habilitarlo. En el mismo apartado de notificaciones quito aquellas que no me interesan. De igual manera, los ajustes de pantalla son los que más personalizo, aparte del brillo automático citado anteriormente: quito la pantalla siempre activa, el encendido de pantalla cuando llegan notificaciones, y calibro la pantalla para que se vea mejor.
Curiosamente, al contrario de lo que le sucede a otros usuarios, suelo cambiar el tamaño de la interfaz, bajándolo un puntito menos. Por fortuna, no tengo graves problemas de visión y reducir el tamaño me permite ver más elementos en pantalla.
La sección de sincronización también forma parte de mi configuración personal: una vez mis cuentas de Google están vinculadas, deshabilito la sincronización de algunos elementos como Google Drive, los Documentos de Google o las notas de Keep. Cuando quiero sincronizar algo de esto, lo hago manualmente y evito que estén en segundo plano consumiendo datos.
Por último, como buen entusiasta de las actualizaciones, voy a Sistema > Actualización del sistema, y aplico las últimas versiones disponibles. Está de más comentar la imperiosa necesidad de actualizar para protegernos con los parches de seguridad.
Ahora sí, es turno de actualizar todas las aplicaciones preinstaladas (y que voy a usar), además de inhabilitar el bloatware. Cuando todo está listo, procedo a descargar mis apps, configurarlas, y por fin cierro este capítulo de configuración inicial.
Puede ser una manía, una costumbre tonta, pero no concibo estrenar un móvil sin dejarlo a mi manera. Sea como sea lo importante es dejarlo limpio, optimizado, y apto para su uso. Esta es mi ruta cuando saco un nuevo móvil de su caja, ¿Cuál es la tuya? Te leo en los comentarios.
Imagen de portada | Stable Diffusion XL
En Xataka Android | La guía definitiva para cambiar de móvil sin perder ni un dato
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