Por mi trabajo, casi siempre ando moviendo la SIM de un teléfono a otro. Es algo que asumo, y que en ocasiones agradezco porque siempre hay que agradecer abandonar la monotonía. Así que mi Pixel pasa de vez en cuando semanas metido en cajones mientras que dejo espacio para otros. Pero esos otros, por mayoría aplastante en el mercado, son casi siempre móviles Android. Sin embargo, han pasado cositas.
Ha ocurrido que, después de muchos años, he vuelto a tener una experiencia de "largo recorrido" visitando iOS con un iPhone 14 Pro en el bolsillo. Ya no ha sido sólo una prueba puntual sino convivencia. Nos hemos vuelto a ver, nos hemos puesto al día de cosas específicas, pues seguíamos hablando a través del iPad, y finalmente he vuelto a Android. A mi Pixel unos días y ahora me voy a POCO. ¿Y sabéis qué? Que lo único que voy a echar de menos del iPhone 14 Pro es su brutal autonomía. No se valora lo suficiente lo que Google ha construido con su propia marca de móviles.
Acostumbrémonos a valorar los Pixel como se merecen
Como he dicho, iOS y yo nunca nos hemos dejado de hablar. El ecosistema de productos de mi casa es extrañamente variado, e imagino que no muy extrañamente común. Porque mi móvil es un Android el 99,99% del tiempo, mi tablet es un iPad y mi ordenador de trabajo hace tiempo que dejó de ser un Macbook Pro para convertirse en uno con Windows. En lo que respecta a altavoces y hogar inteligente sí, ahí sólo confío en Google Home y Nest.
Así que el iPad y yo, que llevamos años conviviendo, hemos recibido de buen grado una prueba más larga de la cuenta con la llegada del iPhone 14 Pro a casa. Un teléfono harto potente y con multitud de virtudes, algunas muy evidentes y otras que no lo son tanto. Pero lo que he podido comprobar es que, al menos ahora, no está tan alejado de la experiencia que Google ofrece con sus Pixel. Y ojo, porque estoy hablando de un Pixel 5. Ni siquiera de uno de los Pixel más nuevos.
Puedo estar de acuerdo en que el iPhone 14 Pro es bastante más potente que el Pixel 5, sobre todo en lo que respecta a la fuerza bruta. No olvidemos que el Pixel no tenía el procesador más potente del mundo Android ni en el momento de su lanzamiento, imaginad más de dos años después. Pero cuidado con el Snapdragon 765, un chip que se tiende a denostar con demasiada facilidad y que da más de una alegría a quienes lo usan. Y de dos y de tres.
Pero sí, la potencia bruta es incomparable. Es un hecho. La cuestión es que dicha potencia bruta se necesita muy pocas veces. Quizá en algún juego más exigente de la cuenta, pero poco más. El resto del tiempo todos los procesadores se infrautilizan. Es algo en lo que estaremos de acuerdo. Y Google ha sabido trabajar la fluidez de su ecosistema hasta tal punto que, teniendo un iPhone 14 Pro en la otra mano, sus experiencias de uso son virtualmente indistinguibles.
Podemos hablar, si os parece, de la experiencia fotográfica. Ahí Google puede sacar pecho, y lleva años haciéndolo, gracias a que pocas compañías llegan en materia de inteligencia artificial aplicada a la fotografía donde llegan los norteamericanos. Tanto, que la competición entre el iPhone 14 Pro y el Pixel 5 es tan reñida que no me atrevería a aventurar un ganador. Y el iPhone 14 Pro es uno de los portentos fotográficos del año para Apple, no es poca cosa. Pero Google funciona realmente bien ahí, y es justo reconocerlo.
Así que, a la hora de la verdad, lo único que voy a echar realmente de menos al volver a mi Pixel 5 es la autonomía, uno de los puntos donde el iPhone 14 Pro planta su bandera, yergue una muralla y deja pasar a muy pocos. Pero por lo demás, la experiencia con los Pixel sigue siendo magnífica. Con la ventaja, además, de que Android me hace sentir más cómodo que iOS en mucho sentidos. Quizá por los años de amistad, o quizá porque iOS no es aún tan abierto como debería ser. Pero presumamos más de Pixel. Se lo merecen. Lo he comprobado en mis carnes hace muy poco.
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