El panorama del streaming ha cambiado tanto que hemos pasado de suspirar por que llegase Netflix a tener decenas de plataformas a las que suscribirnos. Y, curiosamente, toda esa competencia no hace que bajen los precios, más bien al contrario; con otro gran problema añadido: es realmente difícil disponer de un catálogo de suscripciones que cubra todas las necesidades. O no tiene todas las cadenas de la TDT o le faltan estrenos; como quieras fútbol debes contratar otros servicios que no necesitas; si combinas varias plataformas para sumar contenido el presupuesto se dispara hasta lo inasumible. Vamos, un dolor de cabeza. O no, ahí entra en juego el IPTV.
Reconozco que tengo un problema: me encanta acumular suscripciones para así tener el abanico más amplio posible de posibilidades. Pago Netflix, Disney+, SkyShowtime, Movistar Plus+ y comparto servicios con amigos y familia para así cubrir un abanico mayor. Con todo esto contratado necesito el mismo número de apps para ver el contenido; con la obligación de saltar entre aplicaciones para así ver lo que toque en el momento. Así estaba yo hasta que me dieron a probar un IPTV que aglutina en una simple URL un sinfín de contenido, tanto en streaming como bajo demanda.
Y llegaron las plataformas de streaming
Llevo en Internet desde hace más de 25 años, he asistido a todos los cambios que trajo al ámbito cultural nuestra red de redes. Primero el texto, éste fue el primer contenido que se hizo accesible con Internet; con la llegada del P2P encontrar una canción concreta era mucho más sencillo que ir a la tienda de discos en busca del single; después, ese mismo P2P, y las mejoras en velocidad y ancho de banda, hicieron que olvidásemos los videoclubs: requería menos trabajo bajarse una peli que localizarla en formato físico.
Internet no sólo simplificó el acceso al contenido, también lo ha democratizado a fuerza de ponerle una puerta sin coste para el usuario. Acceder a películas y series gratis estaba al alcance de cualquiera, no en vano ya había un ordenador en cada casa, pero todo volvió a cambiar con el aterrizaje de las plataformas de streaming y el triunfo del smartphone: la sencillez de tener un catálogo infinito a sólo dos pulsaciones de distancia terminó aislando la práctica de la descarga. Sin que desapareciese por completo, claro.
No sé tú, pero a mí no me gusta perder el tiempo para acceder al contenido que deseo disfrutar: lo que quiero es tenerlo al alcance de la mano sin romperme la cabeza con aplicaciones extrañas, sin esperar a que las fuentes se conecten, quiero saber que aquello que descargo será realmente lo que busco y no un archivo cualquiera. O peor, que el contenido traiga un virus como regalo. Y con la llegada de Netflix se me abrió el cielo.
Llevo en Netflix desde mucho antes de que desembarcase en España, aún mantengo mi cuenta de Estados Unidos. Desde ese primer momento en el que accedí supe que era el presente: películas, series y documentales con gran calidad de imagen y sonido, listas para ver cuando y cómo yo quiero, sin esperas, en cualquiera de mis dispositivos con acceso a Internet. El P2P era cosa del pasado, lo tuve claro.
Deseé que el desembarco de Netflix fuese el inicio de más aterrizajes. HBO, Prime Video, Disney+... Fui sumando plataformas como quien colecciona Pokémon, aumentando la cuota mensual de suscripciones hasta que el importe comenzó a ser importante. Y llegó la competencia del contenido, series que sólo podían verse en determinados territorios, torpedeo a las cuentas compartidas cuando plataformas como Netflix las habían fomentado, llegaron las subidas de precio generalizadas, las películas que de un día para otro desaparecían del catálogo. Por no hablar de clásicos que resulta imposible encontrar en streaming, incluso a pesar de estar suscrito a una buena parte de servicios.
El viraje de las plataformas hace que acceder al contenido sea cada vez más difícil. Porque hay que elegir, no se puede tener todas las aplicaciones instaladas, hay contenido que, sencillamente, queda inaccesible a no ser que cambies por completo las tarifas de teléfono y fibra. Complicaciones que una IPTV se ventila.
La IPTV es la vuelta a lo simple, todo un toque de atención a las plataformas
Una aplicación IPTV, una lista de canales en forma de URL y todo un abanico de posibilidades a golpe de pulsación: la extrema sencillez con la que me sorprendieron las plataformas de streaming, y que con la avalancha de opciones terminó por diluirse, se vio recuperada por la distribución de contenido bajo listas de reproducción. Y eso me parece un gran problema, no sólo por el hecho de que todo el contenido pueda verse sin pagar: que baste un minuto para tener acceso a un abanico ingente de opciones supone un agravio comparativo para la maraña de complejidad en la que se convirtieron las suscripciones.
¿Por qué no distribuir los contenidos a un único servicio que se encargue de obtener las licencias para todo el mundo? ¿Tan complicado sería crear una plataforma de plataformas que aglutinase la mayor parte del panorama audiovisual para que nosotros sólo tengamos que suscribirnos a ella? Creo que Netflix, HBO, Amazon y compañía deberían fijarse en lo fácil que resulta acceder al contenido sin pagar para facilitar ese mismo acceso pagando: que sigan peleándose por fraccionar los catálogos termina por hacer más complicada su visualización. Por no hablar de la inclusión de anuncios o de tener que pagar las suscripciones más caras para obtener resoluciones de alta calidad.
Yo seguiré pagando las suscripciones, el IPTV no es para mí. Lo que sí que haré será restringir plataformas: al final me quedaré sólo con una o dos de las que tengo ahora. Todo sea por la sencillez.
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