En alguna ocasión hemos criticado desde aquí que WhatsApp haya tenido que recurrir a chapuzas para no convertirse, como la mayoría de sus competidores, en un servicio en la nube. La decisión de ser una simple plataforma de mensajería ha hecho que no se pueda usar el servicio desde varios dispositivos (por eso lanzaron WhatsApp Web pero requiere que el móvil esté conectado) y el backup de mensajes en Google Drive (en comparación con el backup automático de sus competidores). Pero parece que no hay marcha atrás.
Hace unas semanas todos hemos visto como nuestras conversaciones estaban cifradas extremo a extremo. Esto imposibilita, de una vez por todas, que WhatsApp pase a ser en el futuro un servicio en la nube, a no ser que den marcha atrás de esta decisión que tan buenas críticas les ha cosechado.
Cifrado extremo a extremo
Tener un servicio de cifrado extremo a extremo implica que únicamente el receptor de los mensajes, el propio móvil al que van dirigidos, puede desencriptarlos. Y por tanto todo lo que pasa por los servidores de WhatsApp es ininteligible: ni mensajes ni fotos ni vídeos ni ningún tipo de adjunto.
Esto por ejemplo impide que podamos acceder desde otro dispositivo (un PC, un tablet, otro móvil) a nuestra cuenta de WhatsApp, ya que no tendríamos forma alguna de descifrar lo que hay allí. La seguridad, eso sí, es máxima, pero impide que en el futuro se puedan imitar los esquemas de otros proveedores de servicios de mensajería.
¿Es buena idea?
WhatsApp, desde el principio, quiso evitar ser un servicio en la nube. Siempre presumieron de ser un simple intercambiador de mensajes: solo almacenan el mensaje hasta que es recibido, una vez hecho esto se borra de los servidores. Con esta estrategia pudieron crecer mucho con pocos recursos, tanto humanos como hardware.
En su camino han seguido manteniendo que esta estrategia es la correcta, incluso ahora que no tienen problemas de recursos ya que el dueño es Facebook. Pero siempre ha habido dudas porque la comodidad que ofrecen los servicios de mensajería que operan como un servicio en la nube es muy grande (sin ir más lejos Facebook Messenger).
Pero con su paso de encriptación extremo a extremo WhatsApp también pone los puntos sobre las íes: sí, hay limitaciones en WhatsApp, pero no hay un servicio más seguro. Efectivamente, la encriptación extremo a extremo es una ventaja de cara a la confidencialidad de las comunicaciones. De nada sirve que las conversaciones en Telegram estén encriptadas si en el servidor se desencriptan para que los usuarios puedan acceder desde múltiples dispositivos (aunque, por supuesto, se guardan encriptadas en el servidor con una clave que Telegram guarda en otro datacenter). Es más, ya no solo hablamos de un ataque al servidor central sino de una orden judicial o compartir los datos con organizaciones de espionaje.
WhatsApp, al encriptar las comunicaciones extremo a extremo, no puede acceder a nuestras conversaciones, aunque quiera. Y si alguien ataca los servidores de WhatsApp, ya sea en forma de hacker o con abogados, ellos simplemente entregarían información encriptada con un nivel de seguridad muy alto.
¿Comodidad o seguridad?
En este caso estamos, de nuevo, ante una elección entre comodidad o seguridad. La seguridad es molesta (por ejemplo, desbloquear el móvil con una contraseña) y cuanta más comodidad más inseguridad. Y aquí WhatsApp ha apostado por una mayor seguridad a costa de cerrarse la puerta de la comodidad por la que apuestan todos los competidores y a la que ellos se resistían sin una explicación muy convincente. Sin embargo ahora tienen una.
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