El verano es implacable, resulta imposible salir a la calle al mediodía. Esperar al autobús es casi un infierno, y no sólo para nosotros, también para ese móvil que consultas para aliviar la espera. ¿Se ha puesto alguna vez al rojo vivo? Si se te pasó por la cabeza sumergirlo para quitarle los calores, lo mejor es que te quites la idea de la cabeza: podrías estropearlo para siempre.
Sol, playa y chapuzón, un trinomio que toma especial protagonismo en el hemisferio norte desde junio hasta septiembre. Incluso más, que el calentamiento global está extendiendo la temporada de playa más allá de los límites habituales. Esto afecta a los dispositivos que siempre llevamos encima: tienen que enfrentarse a mayores temperaturas. Y nosotros con ellos.
Si tú te das un chapuzón para refrescarte, ¿por qué no hacerlo con el móvil?
Ésta es una pregunta lógica que suele plantearse con aquellos móviles que ofrecen protección contra el agua. Certificaciones como la IP68 son cada vez más habituales, incluso en la gama media de smartphones Android. Pero esto no implica que sean aptos para hacer del agua un líquido refrigerante.
La protección contra el agua que poseen los dispositivos electrónicos se basa en la estanqueidad del interior contra la entrada de líquidos, normalmente también el polvo. Los fabricantes realizan pruebas a los teléfonos para asegurarse de que no les entra agua y de que pueden mantenerse sumergidos sin problemas durante un corto periodo de tiempo (por ejemplo, la certificación IP68 asegura media hora a medio metro de profundidad). La característica está pensada para que el dispositivo sobreviva a los imprevistos.
Nadie duda de que lo mejor para contrarrestar el calor es aplicar frío, los principios de la termodinámica lo aseguran. El problema es todo lo que lleva asociado el contraste de temperatura, ya que afecta a la construcción y materiales del teléfono:
- Si el móvil está demasiado caliente, y lo sumerges en agua fría, el contraste de temperatura puede hacer que los materiales de la superficie se contraigan. Esto podría astillar el vidrio de la pantalla y el de la cara posterior, por ejemplo.
- El contraste de temperatura también afecta a los componentes internos del teléfono: un cambio brusco puede estropear desde la batería al procesador.
- Hay más posibilidades de que entre agua en el interior del teléfono. Ya hemos visto que los fabricantes comprueban que los móviles aguantan imprevistos con el agua, no una situación donde se fuerzan las condiciones de uso. Las juntas podrían no mantener la estanqueidad con un cambio brusco de temperatura.
- Puede formarse condensación en el interior del móvil. Y esto sería fatal para los componentes, ya que podría causar un cortocircuito. U oxidar los contactos metálicos, por ejemplo.
¿Cuál es la mejor manera de enfriar un móvil que está muy caliente?
Respuesta corta: no usarlo.
Respuesta algo más larga: dejarlo de utilizar activamente mientras apagas la pantalla y lo dejas en un sitio fresco y alejado del sol. Si lo apagas por completo mucho mejor.
El calor no se lleva bien con los componentes del teléfono, especialmente con la batería: es su enemigo número uno. Cuanto menos lo utilices en situaciones extremas, como en la playa y bajo la luz del sol, más tiempo aguantará en perfectas condiciones. Y si notas que se calienta demasiado sin que lo estés utilizando de forma activa, averigua si hay algún proceso que esté abusando del sistema. Pero...
Porque seguramente no pase nada la primera vez, ni tal vez la segunda. O quizá sí, nunca se sabe. Lo que es seguro es que existe demasiado riesgo como para jugarse el romper el teléfono: deja que se enfríe por sí solo y listo. Tener una excusa para desconectar tampoco es tan mala idea.
Imagen de portada | Midjourney editada
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