Hace no demasiado tiempo podíamos encontrar móviles con 64 GB de capacidad (todavía hay alguna que otra flagrante excepción en la gama más modesta), pero hoy en día el almacenamiento base de forma generalizada son 128GB. Sin embargo, optar por esa versión en mi opinión es un caramelo envenenado: quizás te ahorres algunos euros, pero es acelerar la fecha de caducidad del teléfono. Yo lo tengo claro: el almacenamiento mínimo indispensable para mi móvil son 256GB y siendo Android, con más razón todavía.
La historia de mis elecciones con los teléfonos han venido determinadas sustancialmente por dos sucesos: llevo una década con iOS como mi sistema operativo predilecto para mi escenario de usos y mi presupuesto. Y esto conlleva algunos hándicaps: en Apple no ha habido ranuras para introducir una SD que "obre el milagro" y Cupertino cobra los GB a precio de sangre de unicornio a doblón, lo que implica pensárselo dos veces antes de dar el salto. Y luego pasa lo que pasa: un teléfono con actualizaciones, que funciona bien pero tener que preocuparte casi cada semana por liberar espacio: borrando fotos y vídeos, desinstalando y volviendo a instalar apps... resumiendo, malas decisiones.
Optar por las versiones con más almacenamiento es mejor en Android
En Android a día de hoy las ranuras SD son ya rara avis, por lo que como en iOS (y cabe recordar que no es lo mismo tener una app instalada en el almacenamiento interno que en una SD), hay que pensar muy bien cuánto espacio necesitas porque no va a haber milagros más allá del apaño del almacenamiento de la nube y porque a la larga, lo barato sale caro: lo que te ahorras en inversión inicial, lo pierdes en dolores de cabeza haciendo espacio tarde o temprano o te sale a cuenta conforme pagas servicios de almacenamiento de la nube (1,99 euros/mes cuesta Google Drive) a lo largo del tiempo.
Y luego hay dos factores diferenciales que benefician esta elección en Android: considerando el PVP, optar por una versión de más almacenamiento sale mejor que en iOS, y además hay más fluctuación de precios, lo que permite beneficiarse de más descuentos en general y de las versiones con más almacenamiento en particular. Las cuentas salen solas.
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128 GB |
256 gb |
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iPhone 14 |
1011,60 euros |
1141,60 euros |
Samsung galaxy S23 |
959 euros |
1019 euros |
oneplus 11 |
849 euros |
919 euros |
Google 7 pro |
899 euros |
999 euros |
Más espacio, por favor
No está de más recordar algo: que un fabricante te diga que tal modelo está disponible en 128 GB, 256GB y 512 GB no implica que vayas a poder usarlos al completo, ya que no son realmente todos para ti, porque el software que lleva integrado (bloatware al margen) ocupa espacio. Al principio, parece que nos sobra, pero luego... la vida. Aquí es importante considerar cuánto nos va a durar el teléfono (más allá de percances): yo cambio de teléfono cada par de años y esos 256GB me vienen de lujo, pero si tú mantienes tu teléfono hasta que muere, en general ir por versiones con más almacenamiento es caballo ganador.
Es momento de hablar de un concepto tan vago y personal como el uso. Habrá quien emplee su teléfono para WhatsApp, llamadas y poco más y otras personas entre las que me incluye que usen su terminal para perder el tiempo en redes como Instagram, informarse en Twitter, revisar su correo, gestión profesional con Asana y Slack, las fotografías y vídeos de mis artículos, envío y recepción de mails y hasta edición de lo que escribo en diferentes plataformas. Mi móvil es mi herramienta de trabajo y no es difícil encontrar más de 50 aplicaciones instaladas. Te invito a echar un vistazo a tu móvil porque incluso aunque hagas un uso modesto, probablemente te sorprenda. Puede que haya algo de Diógenes y poco de Marie Kondo, pero no me cuesta encontrar al menos 20 que uso a diario.
La tendencia generalizada es que las aplicaciones cada vez ocupen más espacio, pese a que el arte de la optimización está más presente que nunca, simple y llanamente porque lo normal es integrar más funciones y que todo sea más visual. Y para muestra, un par de ejemplos: la apk de Whatsapp en 2019 ocupaba 33,5 MB y en 2023 más del doble (79,2 MB), la de Youtube era 40MB y ahora es de 129 MB. Total, vas a instalarlas con Wi-Fi.
Y hablo de apks, que no dejan de ser instaladores, pero al extraerse también ocupan más. Pero una cosa es lo que ocupa la aplicación en sí y otra lo que "pesa" después, cuando has iniciado sesión y llevas meses usándola, ¡que vivan los gigas! Borrar la caché es un apaño, pero si te estás quedando sin espacio, el problema volverá.
Aunque veo algún que otro vídeo procedente de redes sociales, no suelo descargar en mi teléfono aplicaciones de streaming de vídeo como Netflix o HBO, porque entonces el problema sería todavía peor por funciones tan útiles para pasar el rato como descargar episodios para verlos offline, por ejemplo mientras viajas en avión. Si descargas episodios de Netflix para verlos en tu dispositivo, entonces vas a necesitar bastante margen de maniobra en tu teléfono.
Mencionaba antes que las aplicaciones son más visuales, obedeciendo a una realidad: cada vez hacemos más fotos y vídeos con el móvil, un dispositivo con madurez en el que la gama alta la marca una cámara mejor y en el que las evoluciones se sienten más en la óptica. Por supuesto, hacer mejores fotos y vídeos implica entre otras cosas que estas tengan más calidad.
Sí, hay configuraciones que te permiten grabar vídeos que ocupen menos pero, ¿para qué comprarse un gama alta para usarlo a medio gas? Por otro lado, cabe destacar la gran evolución en la optimización. O lo que es lo mismo: que el HEVC/H.265 es capaz de hacer que tus vídeos ocupen la mitad, pero en la práctica y hasta la llegada de H.266 para compartir un vídeo en ese formato en WhatsApp será necesario convertirlo a H.264. Y ya tienes dos vídeos en lugar de uno.
Resumiendo: para mí la compra sensata hoy en día son los 256GB, y eso que ni guardo contenido para ver offline ni mantengo mi teléfono más de dos años: basta con hacer cuentas entre la diferencia de precio de las versiones y los precios de las suscripciones.
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