Me considero afortunado, pues no he tenido mucha experiencia rompiendo móviles. Lo más parecido fue cuando se me cayó de la cama (unos 40 cm de alto) una Galaxy Tab S. Poca altura, pero debió de tener un mal día, pues la pantalla se llevó una buena raja. Usable, pero la pantalla siguió deteriorándose a lo largo del tiempo hasta tal punto que hoy en día está olvidada en un cajón. Arreglar la pantalla salía por más de 150 euros, que era casi el precio de la tablet.
Lo mejor de todo es que tenía puesta su funda oficial que, bonita queda, pero proteger, poco. Solo es necesario un pequeño despiste para que nuestro caro cacharro (y cada vez más) pase de valer 1.000 euros a virtualmente cero, y las últimas tendencias en diseño, con pantallas cada vez más grandes y menos marcos que absorban los golpes, no parece que vayan a mejorar el asunto.
Precioso... hasta que lo usas
A todos nos ha pasado. Ves las fotos oficiales de un móvil y te encanta. Cuánto brillo, cuánto resplandor, qué acabados. La pantalla va de un extremo a otro, con un brillo que te quita "el sentío" y extrema claridad. Es un móvil bonito se mire por donde se mire, y vas a la tienda decido a hacerte con uno.
En la tienda, los móviles expuestos siguen siendo igual de vistosos (pues generalmente están en modo demostración, con el brillo a tope), aunque probablemente ya te des cuenta de que ese "sin bordes" en verdad sí que tiene bordes, pero bueno. Sigue siendo bonito y con buenas especificaciones, así que te haces con uno.
Es en el momento en el que lo sacas de la caja y le quitas las pegatinas de turno en el que te das cuenta de que tienes en tu mano una frágil caja valorada en 300 euros o más. Un mal movimiento, un golpe, un despiste, un resbalón y se acabó. Se ha caído y se ha roto. Es tu culpa. Cómprate otro.
Así, llega el momento de añadirle un film protector a la pantalla (que cada vez encajan peor por los cristales 3D, aunque ese es tema para otra ocasión) y una funda que o bien es de plástico transparente (ya cogerá el color amarillo por sí misma más adelante, no te preocupes) o algo más elaborado que tapa por completo el diseño de tu móvil. Enhorabuena, el diseño tan bueno de tu móvil es ahora una funda de cinco euros, y su grosor no se distingue ya tanto del mando a distancia de la tele.
En muchos casos llevamos nuestros smartphones protegidos con funda 24 horas al día durante toda su vida, de modo que realmente nunca podemos disfrutar la sensación que tuvimos en la tienda. Nunca has tocado su pantalla salvo con un film de por medio, y rara vez has tocado esa "superficie de cristal sobre aluminio" que tanto te gustó en las reviews. En su lugar, has estado sintiendo el plástico de la funda.
Demasiado frágiles para su propio bien
A lo mejor el problema no es tuyo. A lo mejor no es tu culpa. Quizá son los smartphones los que son demasiado frágiles en relación a su coste y probabilidad de caída, aunque tras años de repetir la retahila y para disfrute de quien se beneficia de ello, las frases anteriores te suenen a disparate.
Hay pocos dispositivos tan propensos a caerse como un smartphone. Lo llevas siempre encima, lo sacas del bolsillo con frecuencia, lo manejas a duras penas con una mano mientras el autobús o el metro te zarandea de un lado a otro y está siempre en la mesa listo para ser deslizado por error al vacío.
El único ejemplo similar que se me ocurre podrían ser las gafas, que también llevas encima siempre y pueden ser bastante caras, pero hay una diferencia: se me han caído las gafas varias veces al suelo desde muchas alturas y nunca se me han roto, mientras que se me cayó una tablet y hasta luego.
Nadie niega que la combinación de materiales, peso y toda la tecnología comprimida en un teléfono móvil no puede ser tan resistente a los golpes como el mando a distancia de la tele (posiblemente el campeón mundial de veces que se cae al suelo), pero tampoco parece normal que cada día te la juegues y encima sea culpa tuya. No eres tú, es el teléfono.
La pantalla, el talón de Aquiles
En los inicios de la telefonía, la pantalla era pequeña y estaba rodeada de una ingente cantidad de plástico, alimentando la leyenda del inmortal e irrompible Nokia 3110. Con el tiempo, las pantallas se han hecho más grandes y los marcos se han reducido, llegando en algunos casos hasta el borde. Sin ningún material de por medio que pueda absorber el golpe, el resultado de cualquier caída es la rotura del cristal.
Aquí es cuando empiezan los problemas. Generalmente lo que se cuartea / raja es la capa exterior del cristal digitalizador de pantalla táctil. Buenas noticias: es un repuesto barato. Malas noticias: está generalmente pegado a la pantalla y cambiarlo es una tarea titánica que solo unos pocos pueden llevar a cabo. Es tan complicado que la solución normal es cambiar toda la pantalla, un proceso que sale muy caro.
Hablando de pantallas, cada peculiaridad que se incluye en las mismas implica una mayor dificultad en su cambio y un mayor precio para sus recambios, de modo que eso de arreglar un móvil roto sale cada vez peor económicamente hablando. Hemos llegado a un punto en el que lo único que podemos hacer es resignarnos a que las pantallas son muy frágiles, y por eso florecen los servicios de garantía contra rotura de pantallas que van de los 40 a los 120 euros al año.
El cuerpo de cristal, qué gran idea
Por si no teníamos suficiente con llevar en nuestros bolsillos un objeto contundente con una pantalla en uno de sus lados, ahora cada vez vemos más casos en los que el cristal recubre por completo al terminal. Genial, más superficie potencialmente quebradiza.
El cristal está muy bien y queda -discutiblemente- bonito pero, si recordamos los motivos por los cuales nuestro teléfono está en constante peligro de caer al suelo, no me parece la selección de material más apropiada para un teléfono móvil, a no ser que sea un cristal especial resistente a los golpes.
En cuanto al cristal en sí, de gustos no hay nada escrito, pero a mí no me parece tampoco especialmente bonito en el cuerpo de un móvil. Se obtendría un resultado similar con cualquier otro material pulido, sin añadir otro punto de fragilidad al diseño.
La batería, inaccesible
Otro punto destinado a fallar en nuestros móviles es la batería. Es a efectos práctico un consumible igual que la tinta de la impresora, el papel o las grapas de la grapadora, pero hay una diferencia: puedes comprar y cambiar la tinta tú mismo, pero no la batería (salvo contadas excepciones).
Hace tiempo que dijimos adiós a las baterías accesibles en promesa de un futuro mejor pero lo cierto es que yo personalmente no veo gran mejora. Antiguamente, se caía un móvil al suelo y la tapa de la batería salía volando, absorbiendo parte del impacto. Hoy esto no pasa, y el móvil sufre todavía más.
Entiendo que la época de los móviles con tapa de plástico ya pasó, pero me niego a creer que no hay ninguna alternativa de diseño que nos permita cambiar las baterías. Un tornillo por aquí, una trampilla por allá o un slot camuflado servirían, aunque no estuvieran muy accesibles. Al fin y al cabo, no cambiamos la batería cada día.
En estos mismos móviles unibody con cuerpos impenetrables resistentes a agua y polvo existen sendas trampillas para insertar tarjetas SIM y microSD, por lo que parece que, cuando hay interés, las soluciones de ingeniería existen. Pero, salvo muy contadas excepciones, no hay interés en mantener viejos móviles con vida.
La solución: comprar con cabeza
Resumamos todo. Tenemos teléfonos con una gran probabilidad de recibir un impacto, que están rodeados de cristal e incluyen pantallas enormemente caras y complicadas de reemplazar. Si tienes suerte y mantienes tu móvil intacto por unos años, la batería empezará a fallar y deberás reemplazarla pagando una cantidad extra.
Une lo anterior a la renovación de gamas anual o semestral y tendrás lista la maquinaria perfecta del consumismo. Gana la banca, y por eso se pone tan poco esfuerzo en crear teléfonos que duren y perduren, sino que luzcan bonitos, se vendan y duren lo suficiente como para no causar un escándalo (que no es mucho, todo sea dicho).
Por cierto, no he mencionado en ningún momento los móviles "rugged", o resistentes, por ser demasiado extremos: de teléfonos que se rompen al caerse de tu bolsillo a unos que te puedes llevar a la guerra. Un término medio, por favor.
Así pues, lo único que puedes hacer es usar la cabeza la próxima vez que renueves tu smartphone. ¿Cuánto vas a gastarte en él? ¿Cuánto te va a durar? ¿Verás y tocarás esos acabados de cristal o lo mantendrás enclaustrado toda su vida en la funda menos horrible que logres encontrar? ¿Podrás revenderlo para comprarte otro modelo o estará destrozado? ¿Lo podrás usar con comodidad o lo tendrás que tratar como si fuera un copo de nieve para evitar que se arañe?
En Xataka Android | Qué fabricantes ofrecen un seguro especial contra la rotura de pantallas
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