La carga rápida es una de esas características de los móviles que no sabes que necesitas hasta que te ves en la necesidad: ese día que vas a salir de casa y descubres momentos antes que tienes la batería en rojo, cuando tienes la batería seca y lo conectas a un enchufe solo unos minutillos...
Es probable que ya sepas que hay varias tecnologías y que es una cuestión de Watios, más concretamente, de Amperios y Voltios, pero la carga rápida tiene una forma muy particular de funcionar, especialmente en esos minutos iniciales.
Cómo funciona la carga rápida en un móvil con el paso del tiempo
Independientemente de los estándares de las marcas, hay mínimos inherentes a las propias baterías de ion litio que no solo vamos a encontrar en teléfonos, sino también en otros dispositivos que los integran. Así, una batería opera con un voltaje específico y pueden recibir y liberar una cierta cantidad de corriente. Más voltaje y más intensidad se relacionan de forma directa con más potencia [recordemos la fórmula de física del insti, potencia (Watios) = voltaje (Voltios) x intensidad de corriente (Amperios)].
Sin embargo, las baterías tienen límites estrictos en sus límites de operación, especialmente relativos al voltaje, que han de respetarse para una carga segura y optimizar así la vida útil del componente y del dispositivo. La carga rápida no es simplemente aplicar un subidón de voltaje e intensidad de corriente buscando que cuanto más, mejor.
La carga de una batería se divide en dos fases diferenciadas: la de la intensidad de corriente constante y la del voltaje constante, como puedes ver en este gráfico de Battery University, que puedes ver bajo estas líneas.
Para facilitar su comprensión: la línea roja corresponde al voltaje y la azul a la intensidad de corriente. Fíjate en cómo cambia el voltaje durante la carga, porque esto afecta a la cantidad de intensidad de corriente que puede transmitirse a una batería. Nos interesa especialmente la fase inicial, la de corriente continua, porque es la clave de la carga rápida en esos primeros minutos.
Las tecnologías de carga rápida aprovechan esa fase de corriente constante para proporcionar tanta intensidad de corriente como sea posible a la batería antes de que esta alcance su voltaje máximo. De este modo, son más efectivas cuando la batería está más vacía (a menos del 50% de su capacidad) y tienen un impacto cada vez menor en el tiempo de carga cuando esta supera el 80% de capacidad.
Como dato: la fase con corriente constante es el periodo menos perjudicial para la salud de la batería a largo plazo. O lo que es lo mismo, un voltaje constante más alto junto con el calor es lo que más deteriora la vida útil del componente.
A partir de aquí, hay diferentes técnicas que los fabricantes pueden aplicar para aumentar la capacidad de gestión energética de sus baterías para mejorar los tiempos de carga. Por ejemplo, empleando materiales más avanzados para soportar corrientes y temperaturas más altas, usar baterías con pestañas de ánodos y cátodos múltiples para reducir la resistencia interna y así aumentar su corriente, las de doble celda dividen la corriente en dos baterías en paralelo.
Optimizar el tiempo de carga de las baterías también implica monitorizar el voltaje y la intensidad para depurar algoritmos, ya que además de la temperatura, estos datos pueden enviarse a cargadores inteligentes para ajustar el suministro de energía al dispositivo.
Portada | Samuel Fernández para Xataka Móvil
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