Que un móvil se actualice durante muchos años es buena noticia, pero lo verdaderamente importante es que tanto software como hardware estén diseñados para alargar su vida útil
No hace demasiado tiempo había auténticos gama alta como la familia Samsung Galaxy S20 que en apenas un par de años se quedaban sin actualizaciones. Y a ver, técnicamente que un móvil no tenga actualizaciones no significa que se convierta en un pisapapeles, pero escuece cuando te has gastado cientos de euros y tiene consecuencias importantes. Afortunadamente en Android ya se han puesto las pilas con las actualizaciones y marcas como Google o Samsung ya ofrecen hasta siete años.
Después de tener un teléfono entre mis manos más de media vida y dedicarme profesionalmente a ello, soy del equipo de Kinder Liu, el presidente de OnePlus, que compara a los teléfonos con los sándwiches: ¿está bueno el relleno de un sandwich siete años después de hacerlo?
Respuesta corta: no. De hecho, creo que es una medida más de marketing y de sacar pecho que para favorecer a los usuarios y usuarias... si lo único que ofrece es eso. Me explico: siete años son muchos años para el hardware, incluso si es un gama alta y desde luego, es más tiempo del que nos dura un teléfono a la mayoría. Liu habla de la experiencia de usuario, pero hay otro tema más: el deterioro de cualquier dispositivo, algo inherente a su uso.
Siete años de actualizaciones sí, por favor. Pero hace falta más
Cambio de teléfono cada dos años por mi trabajo y gusto por la tecnología, pero no sucede lo mismo en mi entorno: pienso en mi pareja y su Google Pixel 6 Pro que disfruta como el primer día, mi madre y su POCO M3, mi hermana con algún Realme de gama de entrada de hace un par de años. La mayor parte de la gente que conozco cambia de móvil cuando el suyo se muere, tiene grandes problemas o directamente, se quedan sin él.
Salvo alguna excepción, la mayor parte de mi entorno cumple la conclusión de este estudio de Milanuncios de 2022, es decir, pertenece a esa mayoría de personas en España que gastaron menos de 300 euros. No es un secreto que los móviles baratos envejecen peor que la gama alta (contar con lo último de lo último y hardware de gama alta tienen buena parte de culpa), pero incluso teniendo un flagship, los años acaban pesando. Pongamos como ejemplo el Samsung Galaxy S24 Ultra recién lanzado, un modelo todopoderoso con esos siete años de actualizaciones prometidas.
Así que incluso en ese escenario más favorable para la durabilidad que es tener todo un gama alta, en siete años claramente no tendremos ese diseño que marca tendencia y probablemente haya alguna función novedosa que ya no pueda integrar porque sencillamente sea incompatible, pero es que si llevas siete años utilizando ese móvil va a haber componentes que impepinablemente van a estar destrozados.
La pieza más clara es la batería. Como usuaria de iPhone en el terreno personal y que no siempre ha cambiado de teléfono con tanta frecuencia, sé que ese y la falta de espacio era el mal endémico de los dispositivos de Apple. En Android el espacio no debería ser un problema, pero sí que comparte el mal del desgaste de la batería y este está aderezado por la carga rápida, una función por la que bastantes fabricantes Android apuestan con fuerza.
Como resultado es probable que tras tres o como mucho cuatro años la batería dure tan poco que tengas que llevarte a todas partes el enchufe. Y llega el momento de hacerse la pregunta: ¿le cambio la batería o me compro otro? Cada persona es un mundo en cuanto a posibilidades económicas y necesidades puestas en su terminal. Partamos de la base de que el teléfono todavía rinde bien y no somos muy exigentes.
Si te gastaste 200 euros en el teléfono y al llevarlo a un SAT te dicen que son 30 euros, puede que te lo pienses. Si te gastaste mil y cuesta 100, igual te lo piensas más. Pero si cambiar la batería es algo tan fácil como comprar un componente más o menos estándar e intercambiarla tú sin mucho misterio, piezas extra o grandes conocimientos técnicos, la balanza se va a inclinar claramente hacia el sí. Aquí habrá que darle las gracias a la UE y su ley de baterías "extraíbles", que entrará en vigor más pronto que tarde.
Así que siete años de actualizaciones sí, por favor. Pero si además se hace desde la estrategia de reducir residuos, aumentar la vida útil y en definitiva, contra la obsolescencia programada, mejor. Esto implica que debería ir acompañada de esas medidas que hagan la vida más fácil para que los teléfonos aguanten en buen estado, adelantándose incluso a esa ley que todavía no está en vigor.
La modularidad hoy en día es algo anecdótico y excepcional que hemos visto en FairPhone o en algunos Nokia, pero acercarse a esa estrategia es lo que hará que esos siete años de actualizaciones sean una propuesta más sensata que un reclamo de marketing.
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