Hay tecnologías de esas que pasan desapercibidas en el día a día, pero que se echan de menos cuando faltan o, peor, cuando funcionan mal. Algunas de ellas llevan muchísimos años entre nosotros, pero como damos por supuesto que están ahí, puede que no sepamos bien cómo funcionan.
Hay uno en concreto que es una idea brillante y que nos hace más sencilla la interacción con nuestros dispositivos a diario. Y, a continuación, vamos a contarte cómo funciona el brillo automático porque no, no es por arte de magia.
El brillo automático, ese compañero ideal... cuando funciona bien
Nuestro móvil está repleto de sensores tanto en el frontal como en la trasera. Dos de ellos podemos considerarlos como una especie de cámara, salvando las distancias, que nos permiten utilizar correcta y cómodamente el móvil sin que nos demos cuenta.
Por un lado, tenemos el sensor de proximidad. Es el que se encarga de apagar la pantalla cuando, por ejemplo, nos acercamos el móvil a la oreja para hablar por teléfono, pero también cuando tapamos la parte superior para escuchar un audio de WhatsApp o Telegram en privado.
Cuando funciona, ni nos damos cuenta, pero cuando no -como en muchos Xiaomi lanzados recientemente, lo echamos de menos. Por otro lado está el sensor que se encarga de ajustar el brillo automático. De nuevo, hay que verlo como una especie de cámara, un fotodetector, concretamente.
Está presente en la parte superior del móvil, escondido en algún punto del bisel (aunque cuando los móviles empezaron a llevar notch, la cámara frontal, el auricular, el fotosensor y el sensor de proximidad solían encontrarse ahí, todos juntos) y es difícil que lo veamos.
Si apuntas una linterna puede que lo aprecies, pero realmente están muy escondidos. De todas formas, nos da igual verlo o no, aunque podemos averiguar su situación haciendo experimentos tapando poco a poco diferentes zonas del bisel para averiguar dónde está.
Pero bueno, que me desvío. Como digo, es un fotodetector que se encarga de capturar la luz ambiental, los luxes, como si hiciera una foto del ambiente, y luego ese dato recogido se combina con un algoritmo que permite ajustar la luz ambiental de la manera más precisa posible para cada situación lumínica.
Este algoritmo funciona con una serie de parámetros y habría que verlo como un segmento en el que el límite izquierdo es la oscuridad absoluta y el límite derecho una situación ambiental con una luz intensa. Dependiendo de la calidad de los ajustes del fabricante y su precisión, el algoritmo es el que se encarga de ajustar correctamente el brillo de la pantalla en situaciones de luz intermedias, todo lo que se mueva entre los extremos del segmento.
La mayoría de teléfonos actuales son bastante buenos calculando estos parámetros. Bajan el brillo al máximo cuando estamos en la cama viendo la pantalla sin ninguna fuente de luz externa y lo suben a tope cuando salimos a la calle, pero también existen móviles cuyo algoritmo no está tan refinado o que, simplemente, tienen suciedad delante del sensor y no ajustan bien los parámetros.
Así que, si no te funciona bien el brillo automático, antes de echar la culpa al fabricante o al hardware, asegúrate de que la zona está limpia. La grasilla de los dedos y otras partículas puede interferir en la medición.
Y sobre los dispositivos que montan sensores para ajustar el brillo de forma automática, además de móviles, tenemos tablets, algunos relojes inteligentes (siendo una función genial en estos dispositivos) y hasta televisores, que ajustan automáticamente su brillo para adaptarse tanto a sesiones nocturnas como cuando el Sol incide con fuerza a través de la ventana.
Hay, además, algo muy interesante que utiliza la inteligencia artificial -el machine learning, mejor dicho- para ajustar el brillo. Y es que, desde Android Pie, aunque otros fabricantes como Samsung ya tenían un sistema similar, Google introdujo unos algoritmos que permitían que el sistema aprendiera de las pequeñas correcciones de brillo que hacemos manualmente para mejorar el sistema de brillo automático. De este modo, era más preciso y teníamos que corregir menos al sistema.
Aparte del sensor de brillo, podemos tener el sensor de espectro de color
Además de este sensor, algunos móviles cuentan con otro encargado de medir el espectro de color. Dependiendo de la temperatura de color de la luz (algo que varía enormemente entre el exterior y el interior, ya que en el interior las bombillas tienen distintas temperaturas y en el exterior el Sol se mantiene a 5.778 K), el sensor cruza los datos con otro algoritmo para variar el balance de blancos de la pantalla.
Esto permite una lectura más natural al hacer que sea más "amarillenta" o más "azulada" dependiendo de la situación lumínica en la que nos encontremos. Es un sensor complementario que permite apreciar de forma más realista los colores que aparecen en la pantalla, pero que no influye en el brillo de la misma.
Así que, ya sabes cómo funciona ese sensor invisible que cuando lo hace correctamente ni nos importa, pero que cuando falla sabemos que está ahí y no dudamos en echarle la culpa de que la pantalla no se ponga al máximo brillo cuando salimos a la calle, teniendo que ajustar el brillo manualmente. Y viceversa por la noche, con fogonazos cuando ya estamos en la cama.
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