El dinero físico tiene los días contados. Los países nórdicos lo saben y allí ya han comenzado a abandonar definitivamente los billetes en favor del pago electrónico, ya sea a través de tarjetas de crédito, plataformas de pago online o con nuestro teléfono móvil.
Es cuestión de tiempo que todos acabemos haciendo ese camino, y lo cierto es que los pagos con el smartphone son parte de ese futuro aunque en el presente no terminen de arrancar del todo. Hace tiempo que se habla de ello, pero la llegada a España de Apple Pay ha vuelto a abrir el debate y las heridas de una tecnología que deberíamos acoger con naturalidad en nuestro día a día.
Seguramente muchos estén pensando ahora que este será un artículo para evangelizar a los escépticos en esto de pagar con el teléfono, nada más lejos de realidad, y aunque yo uso el pago vía móvil con mi Galaxy S7 edge y la aplicación de ING Direct casi a diario, soy consciente de los recelos que despierta el pago con el smarpthone por su facilidad de uso.
Podríamos decir la percepción de seguridad por parte del usuario es nula, aunque realmente es exactamente el mismo procedimiento que pagar con una tarjeta de crédito o débito contactless cualquiera: acercar el smartphone, poner el PIN si el pago es mayor a 20 euros y listo.
La seguridad biométrica al rescate
Hoy en día, es fácil darse cuenta de que casi cualquier terminal de las últimas hornadas dispone de un lector dactilar que facilita la identificación biométrica. Este sensor sirve, entre otras muchas cosas, para desbloquear el dispositivo y/o identificarse en multitud de servicios online como el correo electrónico, Play Store, las aplicaciones bancarias, etc.
Intentando evitar ese recelo de los usuarios, seguramente utilizar este lector dactilar para autenticar los sistemas de pago vía móvil sea lo más adecuado, y con ese fin Android Pay y otros servicios se han hecho compatibles con la seguridad biométrica.
Sin embargo, hace un par de años que los sensores dactilares y de iris están entre nosotros, y el pago vía móvil sigue sin despegar del todo. Motivos habrá muchos, pero tenemos un sospechoso que los usuarios de la plataforma Android conocemos bien.
Android Pay, Samsung Pay, LG Pay, Apple Pay, Bizum, Huawei Pay, Mi Pay...
¿Fragmentación, alguien ha dicho fragmentación? ¡Premio! No sabemos si conocíais todas las opciones del mercado -todavía hay más- para pagar con el smartphone, pero siendo este un mercado tan jugoso y tan joven, donde se moverá además tanto dinero, parece que todos los fabricantes quieren parte del pastel para ellos.
Es lícito, obviamente, pero tantos servicios de pago móvil diferentes probablemente estén lastrando la necesidad de estandarizar una tecnología que, primeramente, debería ser universal y sencilla para conseguir esa democratización que la haga accesible al gran público.
De hecho, vemos que Apple Pay se estrena con Banco Santander, mientras que Samsung Pay dispone de compatibilidad con Caixabank, Abanca y Banco Sabadell. Android Pay por su parte ni siquiera ha llegado a nuestros mercados, mientras que otros como ING Direct permiten pagar con su propia aplicación gracias a la tecnología NFC de algunos dispositivos compatibles.
Infinidad de acuerdos diferentes y de servicios diferentes que dificultan la curva de aprendizaje y la compatibilidad universal de la que hemos hablado. De hecho, por ejemplo, un cliente del Banco Santander que no disponga de iPhone no podrá usar de momento el pago móvil con sus tarjetas.
Seguramente haya muchos motivos más, el primero que por ejemplo Google ni siquiera se haya atrevido con Android Pay en España, pero cuando quieres que algo se estandarice debes hacerlo fácil. De momento, el pago vía móvil en nuestro país es sólo para unos pocos, y me temo que esto costará moverlo todavía unos meses más.
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