Enero del 2012, Las Vegas. Polaroid presenta una cámara compacta que utiliza Android. Un gadget singular que capta nuestra atención por su singular propuesta. Lejos de ser un caso especial, unos meses más tarde Nikon y Samsung hacen lo propio con sendos modelos. Ahora que ya tenemos tres sobre la mesa, es hora de hacer una reflexión sobre ellas.
En busca de una sinergia que tal vez no exista (o no sea del todo útil)
La aparición de este tipo de compactas inteligentes, por llamarlas de algún modo, no es casualidad. Los fabricantes saben que están perdiendo terreno entre el público más casual. Los sensores de los smartphones son cada vez mejores y la calidad que ofrecen, para una foto rápida, son excelentes.
¿Qué tienen además que no tengan las compactas convencionales? Conectividad. Cada vez compartimos más fotografías en redes sociales: Facebook, Tuenti, Twitter, Instagram… El flujo en el móvil es sencillo, un botón para disparar, otro para compartir y listo. En las cámaras el proceso es algo más lento y requiere de un ordenador para hacer todo el proceso.
"Eso es cierto, pero las cámaras compactas ofrecen más calidad." De acuerdo, pero para un buen grupo de usuarios la prioridad no es tanto la calidad sino la inmediatez. Queremos tener nuestras fotos y que el resto del mundo las vea lo antes posible. Son hábitos que están ahí, entre un público más despreocupado por la técnica y más por el apunta y dispara.
Ante esta situación los fabricantes contraatacan para no caer de forma estrepitosa. Empiezan a aparecer métodos de conectividad vía WiFi integrados dentro del mismo sistema operativo de la cámara, bien para transferir archivos sin cables (al estilo de EyeFi) o incluso para subirlas directamente a las redes sociales.
Este último punto es interesante pero seamos francos: la interfaz física de una cámara no está diseñada para que subir fotos y escribir en un teclado virtual sea precisamente cómodo. De hecho, os animo a coger cualquier compacta con esta posibilidad, por ejemplo las Smart Camera de Samsung, y lo probéis: es un infierno.
En este contexto, como alternativa a estas protocámaras inteligentes, los fabricantes deciden apostar por Android. ¿Por qué? Porque es más económico que desarrollar un sistema operativo propio y además nos podemos beneficiar del propio ecosistema de aplicaciones, aunque de esto hablaremos más adelante. De este modo surgen los ya mencionados modelos de Polaroid, Nikon y Samsung; en estricto orden cronológico.
Contestada a esta pregunta surge la siguiente ¿Es Android la mejor opción para una cámara compacta? Desde que sigo Android siempre me han entusiasmado los proyectos que van más allá de los smartphones y tablets porque demuestran que el sistema operativo Google puede dar mucho de sí, más allá de las demos técnicas.
Reconozco que cuando vi la cámara de Polaroid me gustó, sin embargo me generan muchas dudas y tras poder probar la Samsung Galaxy Camera me muestro un tanto escéptico ante este tipo de dispositivos. ¿Realmente quiero una cámara que a la vez de hacer fotos es capaz de reproducir Angry Birds y enviar mensajes por Whatsapp?
Aquí se abre otra línea de debate: dispositivos especializados vs dispositivos versátiles. En el caso de los smartphones parece que no hay dudas pero y ¿en las cámaras? Estamos hablando de usos duplicados que no aportan demasiado valor. De acuerdo, tengo mejor óptica y sensor pero me sobran muchas cosas que ya tengo en mi teléfono móvil.
Otro tema interesante es el hardware. Cuando Samsung anunció su Galaxy Camera la semana pasada resultó curioso hablar tanto de su procesador: prácticamente el mismo que usan los smartphones de gama alta en Android. Sobre el papel, nadie duda de que es potente y que mueve con solvencia las aplicaciones pero ¿es la mejor elección para procesar imágenes?
Tras probar la cámara y hacer algunas pruebas, por ejemplo con ISO 3200 el grano es bastante notable y la calidad de imagen no es mucho mejor que la de algunos móviles. Que tiene un zoom óptico de más de 20 aumentos, genial pero al menos en interiores no me ha terminado de convencer. Sobre el modelo de Nikon y Polaroid poco puedo añadir.
Con este comentario puntual no pretendo criticar a Samsung en particular sino cuestionar si realmente este tipo de procesadores, por muy bien que muevan Android, realmente son capaces de marcar la diferencia en su propósito original y más importante: hacer buenas fotografías.
Muchas dudas en el aire: actualizaciones, ROMs, aplicaciones específicas…
En lo que respecta a la conectividad, aquí sí que he de romper una lanzar en favor de Samsung porque creo que su propuesta es la más acertada: introducir 3G. Se puede criticar muchas cosas, como por ejemplo que esto encarezca el precio, que necesitemos otra tarifa o pedir un duplicado de SIM a nuestro operador, todo eso es cierto.
Sin embargo, la mayoría de las veces que hacemos fotografía no la hacemos donde hay conexión WiFi: parques, discotecas, calles, cafeterías… Si obviamos la conexión móvil al final acabamos recurriendo a la conexión que tenemos en casa o la de algún punto fijo como el hotel si estamos de viaje. Lugares donde normalmente podemos hacer el proceso de forma convencional y sin prisas.
La introducción de 3G me parece clave para ensalzar la instantaneidad que ahora mismo se demanda. Esto repercutirá en el precio, sin duda alguna, pero dentro del contexto en el que nos movemos creo que es la decisión más lógica.
Otro punto interesante son las aplicaciones y de nuevo lanzo una pregunta ¿aplicaciones propietarias o utilizar todo lo que proporciona el ecosistema concreto de un sistema operativo? Lo primero requiere una inversión, lo segundo es más económico pero ello implica un efecto arrastre de un montón de apps que no tienen sentido.
Sin duda Instagram, Vignette, Camera 360, Streamzoom, Molomo, EyeEm y otras cien mil aplicaciones de foto aportan valor añadido pero el resto de apps de Android más bien poco… De acuerdo, las de redes sociales sí pero los juegos por ejemplo no. También es cierto que al final será el usuario quien decida cuáles usará pero de primeras entran a la saca muchas apps que carecen de razón de ser y se duplican respecto al teléfono que llevamos encima.
La batería también es un aspecto que me importa. Para cualquier fotógrafo, aficionado o no, sabe que tener siempre autonomía es fundamental para no quedarnos tirados. En este caso las compactas con Android tienen bastante trabajo por delante: mover todo el sistema operativo, mantener encendidas pantallas de hasta casi cinco pulgadas, como el modelo de Samsung, y lidiar con la conectividad.
Quizá son muchas cosas para una batería que normalmente no está acostumbrada a trabajar tanto. Veremos en las pruebas de durabilidad si realmente ofrecen una buena garantía o bien se convertirán en el próximo gadget de cargar día sí día también.
Conclusiones, bien por la innovación, escéptico por su implementación
Antes de empezar a señalar conclusiones es conveniente recalcar una serie de hechos: el esfuerzo por parte de la industria por lanzar productos innovadores y adaptarse a los tiempos que corre, no es una cámara compacta más. Sin duda que lo hacen para ganar dinero pero ojo: lo están haciendo con el suyo que para eso son empresas privadas.
Dicho esto, creo que la aparición de este tipo de cámaras, veremos si se convierten en tendencia o no, es bastante interesante y plantea una serie de cuestiones no menos aburridas. Tengo claro que no están destinadas para mí, yo con mi CSC y mi smartphone voy hasta el fin del mundo, pero puede ser útil para mucha gente que busca una compacta sencilla pero con la posibilidad de compartir al instante.
Veremos si no se da la duplicidad ya mencionada a lo largo de este artículo tanto en las apps como en el propio uso: ¿y ahora qué saco? ¿el móvil o la cámara? Esto ya es trabajo del equipo de marketing y de desarrollo para saber diferenciarse y dejar claro qué aporta cada una y cuáles son sus ventajas. Personalmente, ahora mismo veo esta línea bastante difusa, mucho solapamiento.
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