Ayer a las cinco de la tarde en Las Vegas (once de la noche en España) Samsung presentaba un montón de novedades en el CES. En esta feria los coreanos suelen centrarse en lanzar gama blanca, algún que otro ordenador y también tecnología de futuro que veremos (o no) dentro de unos años en nuestras casas. Hicieron pleno en el bingo. Tampoco esperábamos dispositivos con Android y no decepcionaron, el sistema operativo de Google no fue protagonista pero su ausencia y la presentación del Samsung Galaxy Ecosystem nos hizo levantar la ceja.
Sabemos que en el Mobile World Congress veremos muchos dispositivos Android firmados por Samsung y que CES no era el mejor escenario para presentarlos. Todo en orden si no fuera porque el anuncio de su propio ecosistema deja entrever que la relación con Google no está en su mejor momento y que el objetivo a corto plazo es el mismo que dejaron ver hace unos años: depender menos de Android y desarrollar más su propia isla independiente. De momento lo están consiguiendo.
Del amor a la frustración en pocos años
Las Vegas, 2013. Samsung presentaba el T-900 (no confundir con el T-800 de Terminator). Una nevera conectada a la red que utilizaba una tableta incrustada con aplicaciones Android. No era la solución más elegante pero permitía acceder a aplicaciones como Evernote para gestionar la lista de la compra. La idea no terminó de cuajar y una vez pasó el CES el interés por este componente se fue esfumando hasta quedarse en nada.
Tres años más tarde Samsung vuelve con la idea del frigorífico inteligente y ahora le pone una pantalla de 21 pulgadas en la puerta. ¿Usa Android? No, las primeras informaciones acerca de este modelo nos hicieron pensar que sí pero tras la presentación se confirmó que el sistema operativo que controlaba este hub era Tizen, plataforma que hemos visto en dispositivos como sus televisores o los relojes conectados.
Lo cierto es que Android no está preparado para funcionar en una nevera aunque en realidad ningún sistema operativo lo está. La ventaja que tiene Samsung con Tizen es que el desarrollo es propio (aunque teóricamente Tizen sea una sociedad independiente de la compañía coreana) y pueden moldear todo lo que haga falta para tener una interfaz y aplicaciones optimizadas para funcionar en un electrodoméstico de cocina.
Que Samsung quiere dejar fuera de juego a Android no es ninguna sorpresa ni mucho menos una teoría conspiranóica. Tienen claro que a día de hoy la plataforma no se ajusta a su plan de futuro y quieren eliminar la dependencia con ellos para desarrollar por su cuenta y crear ese Samsung Galaxy Ecosystem del que ayer alardeaban en el CES. Samsung hace unos años era sinónimo de Android, ahora no tanto.
La frustración de Samsung con Android se ha hecho patente en hasta tres ocasiones. La primera empezó con los televisores: los coreanos nunca han apostado por Android TV ni tampoco por una versión de AOSP adaptada a teles como han hecho Haier o Philips por ejemplo. Ellos se empecinaron en tener su plataforma propietaria y tras varios cambios de rumbo por fin se decidieron por Tizen el año pasado. Este año mantienen esa apuesta sin ningún tipo de duda.
Los relojes conectados también son otro ejemplo de ese cabreo de Samsung con Android. La categoría de los smartwatches empezó a generar mucho ruido hace dos años y medio. En ese momento nadie (Android Wear fue anunciado un año después) tenía una solución de software universal. Si querías este accesorio, te tocaba hacer la plataforma y buscarte la vida. Algo que no es fácil hacer bien. A Samsung le costó con Tizen y sus Gear, cuatro dispositivos en concreto hasta conseguir un sistema operativo para relojes que funcionaba.
Mientras Tizen crecía en ese tiempo, Google lanzaba una solución atractiva para usuarios y fabricantes: fácil de usar, con muchas opciones y económica ya que las compañías solo tenían que producir el hardware. El problema con Android Wear es su estrechez: Google dirige el desarrollo con mano de hierro y es difícil introducir cambios. Al final, todos los smartwatches son idénticos por dentro y lo único que marca la diferencia es el acabado, la batería y el precio.
Samsung no quería pasar por el aro de Android Wear y sus múltiples limitaciones. Decidió seguir por su camino y la prueba de ello lo encontramos en Gear S2: un reloj con muchas más opciones que las que tendríamos en un reloj con software de Google. De hecho, ideas como el giro por corona aquí serían impensables. Luego es cierto que el resultado final podría ser mejorable (la categoría está muy verde en general) pero en IFA la declaración contra Android era patente.
En tercer lugar tenemos los tablets. Hace dos años Samsung presentaba en CES los Galaxy Tab Pro: por fin el sueño de la productividad llegaba con Android en el corazón del sistema. La idea era muy buena pero como vimos en nuestro análisis estas tabletas andan lejos de lo que Samsung nos quería vender. Lentas, mala integración de apps, poco valor añadido... ¿Qué hace Samsung? Volver a darle la espalda al ver que Android no cumple sus expectativas.
Año 2016 y Samsung recupera la familia Pro con el objetivo de traernos tablets para trabajar. Adiós a Android, hola Windows 10. Los coreanos miran para otro lado y se inspiran en Microsoft Surface Pro y iPad Pro para traernos un dispositivo con mejor planteamiento que la generación de 2014. En mi opinión un cambio acertado pero, de nuevo, una forma más de distanciarse de Android y evidenciar esa ruptura.
Los smartphones, el último bastión de Android
Si Samsung con su Galaxy Ecosystem nos demostraba ayer que quieren depender lo menos posible de otros sistemas, hay un sitio en el que Android aguanta irreductible: los smartphones. Sí, también lanzarán tablets este año pero la verdadera fortaleza para Google son los smartphones Galaxy. Sus smartphones siguen teniendo mucho tirón, no en vano sigue estando en el top 3 de fabricantes que más vende en todo el mundo.
Samsung ha coqueteado con Tizen con smartphones asequibles pero todavía no se ha atrevido a apostar por él en un teléfono más ambicioso o lanzarlo en un mercado más grande. Hasta ahora sus aproximaciones han sido tímidas y parece que seguirán así durante una temporada. Lanzar ahora un buque insignia como el Galaxy S con una plataforma nueva podría ser un movimiento muy arriesgado para ellos.
Google tiene claro que su posición en los dispositivos móviles es muy poderosa. Windows 10 Mobile no arranca y la única que se atreve a amenazar a Android es CyanogenOS. De hecho, esta podría ser una salida para depender menos de los servicios de Google y darle más valor a ese Galaxy Ecosystem. Lo que tenemos claro a día de hoy es que Samsung ya no es ese gran socio de Google y Android.
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