Con la llegada de los pagos a Telegram la aplicación de mensajería amplió sus posibilidades a fuerza de ofrecérselas, precisamente, a quien pagase. La mayor parte de la exclusividad es cosmética, otra sección se dirige a quien hace un uso intensivo de la nube de Telegram. Y hay una función que se ha vuelto imprescindible y que me parece la más útil de toda la app: la transcripción integrada de las notas de voz. Es bárbara.
No puedo decir que odie las notas de voz ya que admito su utilidad cuando alguien quiere decir algo y no tiene tiempo para escribirlo; lo que sí que no me gusta es recibir un audio tras otro a modo de conversación. Ese repiqueteo constante de nota a nota que termina convirtiéndose en una radionovela por entregas, no puedo con eso. Así que, cuando probé la transcripción de los audios, encontré esa utilidad el mejor invento de la mensajería tras el Emoji de la caca. Que Telegram lo tenga perfectamente integrado en su servicio ha hecho que valore aún más la plataforma. Con sus pegas.
Vine por los stickers y me quedé por la transcripción de audios
Llevamos casi un mes con la suscripción de Telegram disponible, justo el mismo tiempo que ando probándola en todos mis teléfonos. Telegram es mi app de mensajería de cabecera, me facilita mucho la vida y no me la complica gracias a que sus servicios se mantienen activos en todos mis teléfonos, que son unos cuantos. Y claro, disponer del Premium en cada uno es una ventaja, mucho más amplia de la que anticipé en un primer momento.
La plataforma de mensajería planteó su servicio de pagos como un extra de funcionalidades a las que ofrece de serie. Que una app incluya una nube de almacenamiento ilimitada gratuita implica que, para tentar a que sus usuarios paguen, debe ampliar todo lo que orbita alrededor para así convencer de que suelten sus euros. Ahí incide la velocidad de transferencia, el tamaño de los archivos o la ampliación del número de carpetas. Para completar, Telegram disfrazó su servicio Premium de exclusivo; con mejoras cosméticas que sólo consiguen quienes pagan.
Ni abuso del tamaño de los archivos ni me gusta alardear (demasiado) de que tengo Telegram Premium. Sí considero imprescindible una de las funciones que han pasado más desapercibidas de dicho Premium: la transcripción de audios. En un mundo donde las conversaciones se convierten en recopilatorio de podcasts, tener la opción de leer los audios me parece una verdadera revolución. Y sin salir de Telegram, que ya había aplicaciones que convierten notas de voz en texto.
Recibir un audio de minutos y poder leer lo que dice con sólo pulsar en la pantalla bien vale pagar por una aplicación. Es cierto que, aun así, sigo considerando muy cara la suscripción de Telegram, pero me parece un menor derroche debido a la contrastada utilidad que supone la herramienta. Funciona a la perfección en castellano siempre que exista una buena dicción en el audio. Y me permite leer en diagonal para saber de un vistazo si tres minutos de podcasts pueden resumirse con el Emoji del pulgar arriba.
El paso adecuado: pagar por una herramienta que cambia por completo la experiencia
El modelo "free-to-play" se terminó imponiendo en las aplicaciones y juegos móviles. Y poco a poco está evolucionando a la estrategia de la suscripción: gran parte de las plataformas está ofreciendo funciones añadidas en pos de monetizar sus servicios. No creo que Telegram cubra los ingentes gastos de sus servidores con los abonos Premium, pero, al menos, ha hecho un esfuerzo por ofrecer añadidos de valor a un servicio gratuito que, pese a no tener técnicamente la etiqueta, ya era Premium.
No me arrepiento de pagar Telegram. Y pagaría WhatsApp si me ofreciese herramientas integradas como la transcripción de audio. Creo que es el paso adecuado hacia el equilibrio entre obtener retorno directo de las aplicaciones sin que los usuarios se sientan obligados a pagar por un servicio decente.
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